Como agua y aceite

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La educación tiene un poder de transformación muy grande, es así como lo entienden muchos educadores populares, como por medio de la educación se pueden crear nuevas realidades, o mantener vigente una, el problema es que esta característica la detectaron también las cúpulas poderosas por lo que han usado la educación para cuadrar personas a sus modelos económicos socio-culturales y políticos.

Ante esto surge la pregunta, ¿Se puede integrar la educación popular al sistema educativo actual?

En Chile existió un intento, cuando Paulo Freire en 1968 trabajó para el movimiento demócrata cristiano, educando campesinos en pro de la reforma agraria.

Si se busca en un diccionario la palabra popular obtendremos

Popular:

1. adj. Del pueblo o relativo a él
2. De las clases sociales más bajas o relativas a ellas.
3. Que está al alcance de los menos dotados económica o culturalmente.
4. [Forma de cultura] tradicional que el pueblo considera propia.

Por lo tanto la educación popular le pertenece al pueblo y por lo tanto debe servir para satisfacer las necesidades de este último, es por ello que estatalmente incongruente el incluir la educación popular en la educación tradicional debido a que este tipo de educación tiene como principal función mantener los valores y practicas sociales burguesas que nunca contribuirán a desarrollar los valores de nuestra clase, en definitiva no son ni serán jamás populares. Es por ello que al igual que el agua y aceite es imposible mezclar la educación popular con la tradicional, por lo cual no se puede incluir esta en el sistema educativo.

Somos nosotros, es decir, el pueblo, los verdaderos educadores populares; los que se han ganado esta clasificación en su práctica y no con un “cartón”, los que tenemos que hacer educación para nosotros, libre y emancipadora.

Lo que debió hacer Freire es el proceso a la inversa es decir instar en la gente a transformar el sistema educativo, de modo que este pueda tornarse popular y así recuperar la educación de las garras del mercado, puesto que por ser un derecho humano no puede ser un producto bursátil.